Este año pasara a la historia como uno muy especial por las contingencia que la humanidad tiene que sobrellevar, pero también por cumplirse 200 años de la aparición de la imagen de la Virgen de Huachana, celebración distinta por que así lo impone el tiempo actual con respecto al covid-19 y resguardar la salud pública. El rector del Santuario de Huachana padre Juan Ignacio Liebana, el padre «Juani» como cariñosa y respetuosamente lo llaman sus pares y fieles devotos de la virgen, nos invita a un tiempo de reflexión sobre el origen del milagro de la aparición…
“Telésfora Verón se llamaba la jovencita que, en infinitas ocasiones, en 1820, le contó a su familia acerca de las apariciones de la Virgen en la soledad del monte”
EL SILENCIO: Cuántas veces en nuestra vida necesitamos detenernos y hacer silencio para poder escuchar a Dios que nos habla en las cosas cotidianas que vamos viviendo. Un silencio que va más allá de las palabras. Un silencio que contempla, que sabe rumiar, pasar por el corazón las alegrías y tristezas de nuestro andar. La joven Telésfora hizo silencio y escuchó la invitación al encuentro, sintió en lo hondo de su corazón un llamado. Salió a buscar porque primero fue buscada y encontrada por la Virgen. Pidamos a María nos enseñe a hacer silencio, para percibir con más claridad sus llamadas.
HACER MEMORIA: Cuando hacemos silencio podemos escuchar mejor nuestro corazón. Empezamos a hacer memoria de los momentos significativos de nuestra vida. En el silencio surgen rostros, historias y palabras que fueron haciéndonos ser lo que hoy somos. ¡Cuántas cosas han ido marcando nuestra historia! Intentemos hacer silencio y recordemos esas personas por las que hoy damos gracias a Dios por ser parte de nuestras vidas.
CAER EN LA REALIDAD: Somos conscientes de que en nuestro andar hemos tenido personas que nos marcaron para bien, pero también personas, situaciones y momentos que no quisiéramos recordar, y que el silencio nos ayuda a hacer presentes. ¡Cuánta necesidad tenemos de dar sentido a esos recuerdos! Pidamos a María que nos ayude a sanar las heridas del corazón, los vínculos que se han roto o lastimado.
QUERER CAMBIAR: Cuando hacemos silencio nos encontramos con nosotros mismos, con las cosas buenas y hermosas que tenemos dentro de nosotros y con las cosas que aún no las aceptamos o que quisiéramos cambiar. Es como vernos en un espejo interior y descubrirnos que aún nos falta mucho por andar y con muchas cosas para seguir cambiando. Pidamos a María la serenidad para aceptar lo que no podemos cambiar y el valor para trasformar lo que está a nuestro alcance.
SIMPLEMENTE ESTAR: Con la soledad y el silencio nos sucede algo extraño. Sentimos que los necesitamos para nuestra “salud”, para una vida más plena y armónica. Sin embargo, cuando están a nuestro alcance, los eludimos, nos escapamos, nos distraemos y dispersamos con ruido, música, imágenes o, simplemente, pensamientos, recuerdos y diálogos internos. Una vez que nos animamos a atravesar su umbral, sentimos una profunda inquietud y ansiedad. Creemos que tenemos que hacer algo o decir algo, sentimos que perdemos el tiempo. Si perseveramos, descubriremos el secreto de la gratuidad, de estar por estar, de sentirnos en paz porque nos sabemos acompañados, reconocidos, sostenidos por la mirada buena de Dios. Pidamos a María perseverancia en la soledad y silencio, para hacer más honda nuestra vida.